miércoles, 5 de enero de 2011

Hay cosas que sigo sin entender (I parte)


Tras una década, (la primera que vivo con conciencia de lo que pasa en derredor) Hay cosas que sigo sin entender y otras que no cambian en mi pensamiento.

No entiendo el afán de la gente por subir peldaños a patadas, apoyándose en el compañero para coger impulso mientras lo destierra a lo más bajo, con la excusa de llegar antes.

No entiendo que alguien a estas alturas esconda lo que siente ante un grupo de gente que le conoce desde hace años y sabe perfectamente con quién anda, y que luego hable de lo mal que le sienta la hipocresía de España.

No entiendo esta semi (es más light decir semi) dictadura antitabaco, entiendo que el que no fuma no tiene la necesidad de tragar un veneno que ha decidido no incluir en sus pulmones, pero tampoco llegar al punto de no dejar fumar un pitillo tranquilamente a una persona en la ventana de su casa porque cinco pisos más abajo hay un colegio. Hay lugar para todos.

No entiendo que con una cuota que pago al mes, suficiente para que llenen mi buzón de cartas no llegue para una triste felicitación de Navidad, y digo que no sea suficiente, por no decir que mi hermandad de toda la vida, la que se lleva un buen pico por la cantidad de familiares que somos en ella, no sea capaz de mandarme un triste sobre. Ya va para dos años que no recibo absolutamente nada, lo curioso es que mi vecino si lo hace.

Sigo sin entender que los roces del pasado sigan vigentes tras años de haberse dado. Yo que sé, olvido pronto, suelo desterrar lo que no me gusta de mi memoria, así sin más, por eso saludo a quién me hizo la infancia dura o a una persona con la que no me hablo desde hace miles de años, quizás por mi despiste o porque realmente olvido rápido.

No concibo que la gente no se preocupe en absoluto un poquito por la cultura, al menos para jugar al trivial, porque cada vez abundan más los ignorantes vestidos de nike que deambulan por la ciudad sin ley, ya sea San Fernando, Cádiz, Chiclana o algún lugar de España de cuyo nombre no quiero acordarme...

Me jode, desde hace ya 5 años, que la gente de mi clase esconda los libros de lectura obligatoria, los manuales de literatura tan necesarios como el Oviedo, con cinco ejemplares "extraviados" vitales para el examen del día 24 de Enero, en concreto los últimos tomos, de la modernidad a nuestros días. (al menos tengo el tomo de Borges).

Desconozco la razón por la cuál un día alguien decide no hablarte, puedes haber tenido o no alguna pequeña discusión fruto de ideas contrarias, pero no me vale que pases de ser el/la gran amig@ a ignorarme.

Sigo buscando la razón y eso que ya es tarde para hallar la solución, o al mneos no me servirá de mucho, de porque tus propios compañeros de clase se dedican a hablar de las personas que han compartido con ellos cinco años, en despachos de profesores, no por alabarlos sino en detrimento de ellos. Por supuesto sobre este tema sigo sin entender la mayoría de las cosas que se pueden llegar a hacer entre lo que se entendía como compañeros de clase, pero no es momento de airear las mierdas que flotan levemente en el ambiente de una pequeña clase de menos de 20 personas en algún lugar de Cádiz. Eso, prefiero ignorarlo.

Tampoco entiendo que el hombre que siempre está sentando en la parte de literatura Hispanoameticana de mi facultad, me mande a callar o me riña por comerme una manzana mientras busco algo de Isabel Allende o en su defecto los extraviados manuales de Oviedo. No lo entiendo porque su función desde hace al menos 5 años no es más que buscar páginas en internet y apuntarlas en un papel de dimensiones mínimas. No creo que le desconcentren mis susurros a Gema sobre qué tomo es el que toca este año.

Sigo buscando el motivo por el cual la gente utiliza las redes sociales como minas antipersonasindeseadasenesemomento y las llenan de insultos irónicos y no tan evidentes hacia otras personas.

En fin... He de ir a buscar los últimos regalos, yo, como siempre, a última hora.

Volveré con más...